Perseguir la paz
Estoy constantemente rodeada de gente, bombardeada con información, empujada por la prisa del día a día, las mil cosas pendientes de hacer y entre tanto, solo espero que llegue el medio día, para saborear los rayos de sol que entran por mi ventana, justo después de comer.
Nunca antes me había parado a pensarlo, pero es un acto sencillo que persigo todos los días con el mismo fin, encontrar la paz.
También me doy cuenta de que me empeño en proteger a las personas que me aportan eso que busco, pero a ellas no las persigo, a ellas las dejo que vuelen libres, porque eso también es paz, para el prójimo y para uno mismo.
Estoy empezando a reconocerme como un ser débil y sin fuerzas.
Me pregunto dónde habrá quedado mi energía revolucionaria y la fuerza interior para luchar contracorriente. Sinceramente, me asusta esta pregunta. Mi esencia, siempre fue esa; alegre, rebelde y luchadora, si no quedan restos de esos rasgos en mí, quizá deba plantearme el hecho de que no sea yo quien está escribiendo esto, o más bien, de que ya no soy la misma que antes escribía aquí.
Supongo que las aguas se calman, cuando sabes cómo calmarte y tampoco es sano vivir siempre con el grito en el cielo.
Una pequeña parte de mí intuye, que la revolución para mí no ha terminado, pero he encontrado otras maneras de perpetuarla, porque la revolución nunca fue guerra, ni fuego, ni jarana. La revolución también habita en la paz que promovemos al crearla.
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